Por: Alonso HR
¿Qué tanto sabemos del cine de terror japonés? Posiblemente tengamos algunas ideas de espíritus fantasmas que buscan hacer daño a los personajes de las películas y por ahí una relación de estos filmes con el cine norteamericano. ¿Pero qué tanto sabemos realmente de su historia y orígenes? Es importante dar a conocerlo, para que el lector pueda comprender en torno a las variaciones que este ha tenido, los aportes propios de los asiáticos y, revisando los antecedentes, cuán interesante también llega a ser este.
Lo primero que debemos saber es que el cine nipón fue creciendo en popularidad y tuvo una presencia destacada después de la Segunda Guerra Mundial, esto estuvo muy ligado a la creencia de los fantasmas de estos soldados caídos en combate que cobrarían su venganza bajo esta forma. Aunque, si queremos precisar un origen reconocido más exacto, tendríamos que remontarnos a inicios de la década del 60. La considerada pionera fue Onibaba de 1964, dirigida por Kanete Shindo, donde una suegra y su nuera viven un contexto de guerra, sobreviviendo en equipo ambas atacando soldados y vendiendo los productos de ellos obtenidos a partir de su labor. Vemos allí la temática relacionada a la guerra mencionada al inicio del párrafo.
Al año siguiente fue el director Masaki Kobayashi con la película Kwaidan y que lo hizo ganar el Festival de Cannes de 1965, llegando a tener una mayor internacionalización. Además, el recurso propio que innovó fue el de hacer sentir un miedo constante a lo largo de la película al espectador y que al terminar el filme se pregunte qué pasaría después de este, pese a que no encontraría una respuesta visual. En las siguientes décadas, las películas japonesas digamos que siguieron unas temáticas similares, con la excepción de Hausu de 1977, dirigida por Nobuhiko Obayashi, siendo más de una temática slasher, algo innovador para el cine del país asiático.
Recién en 1990 es que se le da el nombre de J-Horror al cine de terror japonés, nombre dado para la comercialización británica de sus filmes y con el que lo conocemos muchos actualmente. Bajo este nombre es que llegó el éxito de Ringu, película dirigida por Hideo Nakata en 1998 bajo la temática de un espíritu maligno que asesinaba siete días después de su aviso; teniendo tanta fama que años más tarde tuvo un remake estadounidense conocido como El Aro.
Con la llegada del nuevo siglo, hubo una serie de películas iniciada en el 2000, llamada Ju-On o más conocida como La Maldición, dirigida por Takashi Shimizu con la situación de dos fantasmas de una madre e hijo que buscan venganza. Una nueva innovación la tuvo el director Kiyoshi Kurosawa con la película de 2001, Pulse. Aprovechando los temores del reciente milenio por el uso del internet para mostrar en su proyección que como un yurei (fantasma japonés) tomaba el control de este para hacer daño a los demás, la cual tuvo un remake estadounidense 5 años después.
Los años siguientes se enfocaron más en las comedias de terror e incrementar el gore en dichas películas, habiendo incluso algunas de temática zombie. Conforme ha ido encontrando el cine japonés una mayor relación con el de Estados Unidos, este se ha visto reducido en producciones con nuevas ideas cinematográficas y recurriendo a remakes de estas o posibles adaptaciones (como Actividad Paranormal 0), siendo una excepción en 2016 la película Sadako vs Kayako (mayormente conocida como La batalla de los espíritus: El Aro vs. La Maldición); pero la mayoría de perspectivas se enfocan en las mencionadas en los inicios del párrafo.
Así que, a partir de todo ello, podemos precisar que el cine de terror japonés o el J-Horror, tuvo muchas variaciones respecto a su historia. Inició con una relación directa a un contexto de las guerras, pasando a tener perspectivas propias como brindarle una intriga y paranoia constante al espectador, luego dando una amplia relevancia a los yurei por los tiempos del nuevo milenio, hasta llegar a actualmente tener una amplia relación con el cine estadounidense y sus producciones de terror que ellos hacen; aunque dejando siempre de vez en cuando una sorpresa respecto a propias producciones fieles al estilo del país del sol naciente.
