Por: Luka
Stanislav Petrov era un oficial del ejército soviético en un centro de detección temprana. Una mañana del 26 de septiembre de 1983, su computadora alteró lo cotidiano de su trabajo y le alertó que varios misiles habían sido lanzados desde la tierra del Tío Sam.
Ante esta situación, el protocolo decía que tenía que reportarlo a sus superiores, pero si lo hacía, era inminente una guerra nuclear que acabaría con la humanidad. Entonces sintió que estaba sentado en una sartén caliente y esos segundos de indecisión se volvieron eternos.
La naturaleza de la alerta era clarísima, pero Petrov tenía sus dudas y su corazón, más que su razón, decidió que era una falsa alarma. En lugar de reportarlo a sus superiores, llamó al oficial de guardia en el cuartel general del ejército soviético y reportó una falla en el sistema. Los siguientes 23 minutos, el tiempo estimado para que los misiles explotaran en territorio soviético, los pasó con el alma en vilo.
No pasó nada y sintió el alivio más grande de su vida. ¿Si no eran misiles, qué detectó en realidad los satélites soviéticos? Erróneamente identificaron la luz solar reflejándose en las nubes como los motores de misiles balísticos intercontinentales. Un error que pudo costarle la existencia a la humanidad y convirtió a Petrov en el hombre que salvó al mundo.
Dejando de lado esta anécdota real, ¿qué pasaría si esa alerta que llegó a Petrov fuera auténtica, ya que desde el lado enemigo la persona equivocada presionó el botón equivocado? Esta cuestión es respondida por Stanley Kubrick en su película de culto Dr. Insólito o: Cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba (1964), una comedia satírica y oscura sobre la Guerra Fría y lo estúpido que puede ser el hombre, y cómo dicha estupidez es peligrosa en nuestros políticos, científicos y militares.

Basada en la novela Red Alert (1958) de Peter George, esta cinta se estrenó en una época convulsa y de paranoia por la Guerra Fría y la era nuclear, justo dos años después de la crisis de los misiles en Cuba. Kubrick tomó estos elementos y los expresó de forma irreverente para convertirlos en una sátira magistral.
En esta obra maestra tenemos al general Jack D. Ripper (Sterling Hayden) —se pronuncia Jack The Ripper, Jack el Destripador en español (sic)— que, tras tener relaciones sexuales, sintió una fatiga extrema y un vacío por dentro, y llegó a la conclusión de que esos sentimientos surgieron por la pérdida de esencia, provocada por una conspiración comunista que, con la fluorización del agua, busca contaminar los «preciosos fluidos corporales» de los estadounidenses.
Esta idea de que los comunistas fluorizan el agua lo lleva a consumir solo agua destilada o de lluvia y, en el punto álgido de su locura, se convierte en la persona equivocada que presiona el botón equivocado. Ordena a su escuadra nuclear de combate, sin la anuencia del presidente Merkin Muffley (Peter Sellers), atacar a sus objetivos en la Unión Soviética, comenzando así una carrera contrarreloj para evitar activar la máquina del fin del mundo que significaría, precisamente, la extinción de la humanidad.
Este film nos permite disfrutar de la mejor actuación de Peter Sellers, quien interpretó a tres personajes: Lionel Mandrake, un capitán del ejército británico que labora en la base de Ripper por un programa militar de intercambio; al presidente Merkin Muffley; y al Dr. Strangelove, un excéntrico excientífico nazi y asesor del presidente. Personificando en una misma cinta la voz de la razón, la incompetencia y la locura.
Lo irónico de esta película proviene de la estupidez, la irresponsabilidad y la arrogancia humana que radica en personas con tanto poder, capaces de provocar con sus decisiones el fin de la humanidad. Kubrick, con Dr. Insólito…,envió una bomba atómica en forma de celuloide a la sociedad de ese entonces, que estalló en sus mentes para que reflexionen y despierten de esa perturbada realidad política en que vivían, y que no es muy diferente al de hoy, ya que su mensaje es muy actual aún. No siempre habrá un Petrov para salvarnos de una inminente guerra nuclear ni de políticos estúpidos, arrogantes, chauvinistas e irresponsables.